La Espada y cráteres Tycho y Clavius. Crédito: Ramon Drudis |
Puedes pasar años observando la Luna desde un telescopio y no apreciarás grandes cambios. Sin embargo, todos los cráteres y las formaciones que hoy vemos en este satélite no siempre estuvieron ahí. Gracias al Lunar Reconnaissance Orbiter, de la NASA, ahora es posible conocer la evolución de nuestro satélite natural y la historia que esconde, desde su nacimiento hasta la actualidad, esta fuente de inspiración de los poetas.
La hipótesis más fiable de la formación de la Luna es que esta se formó como resultado de un gran impacto: un cuerpo celeste del tamaño de Marte colisionó con la joven Tierra, volando material en órbita alrededor de esta, que se fusionó para formar la Luna. Se cree que impactos gigantescos eran comunes en el Sistema Solar primitivo.
La importante cantidad de energía liberada en el gran impacto y la subsecuente fusión del material en la órbita de la Tierra pudo haber derretido la capa superficial de la Tierra, formando un océano de magma. La recién formada Luna pudo también haber tenido su propio océano de magma lunar; las estimaciones de su profundidad varían entre 500 km y el radio entero de la Luna.
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