Localización de la nebulosa del Cangrejo en el cielo de Taurus |
Desde su observatorio astronómico de Irlanda, el Conde de Rosse, allá por
1844, observó una nebulosa extraña y sorprendente, ya descubierta hacía más de
cien años. La quiso dibujar sobre papel y le quedó una especie de crustáceo que
llevaba insertadas cinco pares de patas locomotoras, en el que el primer par de
estos apéndices estaba transformado en unas pinzas que las utilizaba para la
captura de alimento y para la comunicación social. Es decir, dibujó un
karramarro en euskera, un cangrexo en galego, un cangrejo en español o un cranc
en catalán.
El Cangrejo visto con fotografía de gran campo |
Desde entonces, esta nebulosa se llama La Nebulosa del Cangrejo y
es el resto de una supernova resultante de la explosión de una estrella visible
desde la Tierra el año 1054 en la constelación de Tauro. Esta terrible
explosión fue observada por los astrónomos chinos, árabes y los indios nativos
Anasazi de América del Norte. Durante meses pudo verse, a pleno día y durante
las noches, esta estrella que lanzó sus restos al espacio, brillaba más que
cualquier otro astro visto desde la Tierra, exceptuando la Luna.
Explosiones de este tipo se producen en las últimas etapas de evolución de
una estrella, cuando ésta tiene más de 8 veces la masa del Sol. En un cierto
momento de su última etapa de vida, la densidad del núcleo aumenta
progresivamente hasta explotar como supernova, inundando el medio circundante
con los elementos químicos de su interior. El brillo de la estrella durante la
explosión puede superar el brillo de toda la galaxia formada por miles de
millones de soles. La onda de choque se propaga y arrastra las capas externas
del astro con velocidades superiores a los 30.000 Km / seg. Las nubes de gas de
la Nebulosa del Cangrejo se extienden, hoy, hasta una distancia de 10 años luz
y la expansión continúa con velocidades de casi 2.000 Km / seg. En el interior
del residuo de Supernova queda un objeto extraordinariamente denso llamado
pulsar, la materia está tan comprimida que un volumen del tamaño de un terrón
de azúcar pesaría como toda la humanidad junta. Este extraño cuerpo
astronómico, con un diámetro de sólo 16 Km, gira sobre sí mismo 33 veces cada
segundo.
Restos de la supernova con el pulsar en su centro. |
Con toda seguridad, cuando la madrugada del 4 al 5 de julio de 1054 el
indios Anasazi vieron como nacía un nuevo fuego en la bóveda del cielo nocturno
y que seguía brillante durante el día, pensarían que algún efecto maléfico les
tocaría pronto. Pero al ver que en el transcurso de los días ninguna estrella
caía del cielo, que el Sol no se apagaba y que todo seguía como antes,
quisieron grabar en una roca la aparición de aquel astro tan extraño que
produjo en pocas semanas tanta energía como la que producirá nuestra estrella
madre durante toda su existencia.
Representación de la supernova de 1.054 realizada por los indios Anasazi |
La muerte de esta estrella es posible verla en los petroglifos que la
cultura Anasazi grabó sobre una roca existente en el llamado, hoy, Parque
Nacional del Cañón Chaco en Nuevo México, donde es posible ver con toda
claridad la Supernova junto a la posición de la Luna, en fase menguante, que había
aquellos días. Si hoy apuntamos un telescopio hacia el lugar del cielo en el
que apareció el gran resplandor, podremos ver un objeto difuso, de aspecto
deshilachado, a una distancia de nosotros de 7.000 años luz, pero nos costará
identificar el dibujo que hizo por primera vez el astrónomo William Parsons
(Conde de Rosse) desde su telescopio del Castillo de Birr. A la sabiduría por
la astronomía.
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