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Constelación de la Jirafa |
En el continente africano hay un mamífero conocido
sobre todo por ser el más alto de todas las especies vivientes de animales
terrestres. Los machos pueden llegar a medir cerca de los 5,5 metros de altura
y pesar hasta 1000 kilos. Su nombre proviene del árabe (alta) y del latín
(camelopardali) que significa "camello - leopardo", ya que,
antiguamente se pensaba que este animal era fruto del cruce de un camello y un
leopardo. Estos animales de cuello y lengua larga no duermen más de 20 minutos
seguidos y en total llegan a dormir unas dos horas al día, por lo tanto las
jirafas podrían ser, por su altura y su falta de sueño, unas excelentes
astrónomas, pudiendo dedicarse, casi todas las noches , a observar la bóveda
celeste estrellada.
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Localización de la Jirafa |
Pero la jirafa, además de un animal africano, es el
nombre de la constelación olvidada del hemisferio boreal y que nunca se esconde
bajo el horizonte. Fue "inventada" en tiempos relativamente recientes
por el clérigo holandés Petrus Plancius que interesado por la cartografía,
llegó a ser un experto en la realización de mapas, entre los cuales destaca el
de un globo celeste con las principales constelaciones de la época y de otras
nuevas, siendo una de ellas la de la Jirafa. Posteriormente, en 1624, el yerno
de Kepler, Jakop Bartsch de reconocido prestigio astronómico, dio la
"bendición" a la Jirafa como constelación en su libro sobre grupos
estelares, aunque la dibujó como el camello bíblico, en el que Rebeca va en búsqueda
de Isaac, para convertirse en su esposa.
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La Kascada de Kemble en la
constelación |
Pero la Jirafa o Camelopardalis, que se pasea por el
cielo como vecina de las nobles Casiopea y Osa Mayor, es una constelación muy
desconocida por parte de los aficionados a mirar el cielo nocturno, y ello no
es por ser una de las últimas en incorporarse el la bóveda del cielo
estrellado, si no por su aparente carencia de vistosidad. Sus estrellas más
brillantes casi no se pueden ver a simple vista, si no se miran desde un lugar
muy oscuro, aunque esta carencia de estrellas resplandecientes no hace que la
Jirafa sea una figura inventada, para rellenar una zona vacía de los cielos del
norte, sin ningún interés.
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Cascada de kemble |
Una parte de Camelopardalis está inmersa en la Vía
Láctea, donde es posible ver miles de estrellas mediante un pequeño instrumento
óptico, dejando boquiabiertos a los observadores desde los tiempos de Galileo.
Este sabio florentino hacía sus observaciones con un modesto telescopio de 5 cm
de abertura. Así pues, únicamente es necesario utilizar unos prismáticos
caseros y “barrer”, sin prisas, los dominios de la Jirafa, en especial en el
umbral de Casiopea y con los límites de Perseo y el Cochero, para darse cuenta
de la riqueza que hay en esta parte del cielo.
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Cúmulo existente al final de la
Cascada de Kemble |
Una vez localizada esta constelación y con
prismáticos, podremos observar una pintoresca cadena de estrellas, sin ninguna
relación entre ellas y conocida popularmente como la Cascada de Kemble. Veremos
una veintena de estrellas de diferentes colores, en una hilera que se extiende
con una longitud aparente de unas cinco veces la de la Luna llena, terminando
con un cúmulo estelar abierto, relativamente compacto. Popularizadas en 1.980
por el fraile franciscano, entusiasta de la astronomía, Lucien Kemble , se
asemejan a una cadena recta, sólo desde la perspectiva de nuestra posición en
la Vía Láctea .
¿Por qué no os proponéis encontrar la “Cenicienta” de las
constelaciones en los cielos boreales, antes de la medianoche y mirando sobre
el horizonte norte? Eso si, sin intentar detectar ninguna Jirafa ni ningún
Camello, a la vez que observáis la línea de estrellas de colores de la Cascada
de Kemble. Es un objetivo posible y que no os dejará indiferentes. A la
sabiduría por la astronomía.
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