Cuarto menguante panza a levante, cuarto creciente panza a poniente.
Cuántas veces hemos repetido esta frase a los pequeñajos de educación primaria,
para indicarles cuál es la fase de nuestro satélite natural en el cielo diurno
o nocturno.
La Luna siempre ha fascinado y sigue fascinando a quien tiene sensibilidad
para mirarla. A unos les inspira poesía,
a otros un tiempo lúdico para encontrar en ella la Cara, La Pareja de
Amantes o incluso el Conejo Lunar y a unos pocos la oportunidad de viajar por
su superficie, a través de sus cauces, cráteres, depresiones, fallas, mares,
montañas y radiaciones.
Luz Cenicienta |
Para estos últimos, el telescopio es su herramienta perfecta, de la misma
forma que cuando Galileo dirigió hacia ella por primera vez su anteojo en 1609,
aunque ahora la capacidad óptica de nuestros instrumentos y la seguridad que tenemos de lo que estamos viendo es muy
distinta.
Fases lunares |
Los ”lunáticos” que gustan de mirar y ver nuestra querida Selene, habrán
observado, tres o cuatro días después de la Luna nueva, un débil resplandor
gris azulado que completa el disco lunar junto con el creciente, muy brillante:
Es la “luz cenicienta”. La Tierra también ilumina a la Luna y la Luna nueva
correspondería a la Tierra llena para un
habitante de nuestro satélite. Así, pues, este resplandor es el reflejo del
“claro de la Tierra”. La “luz cenicienta” se ve mejor con unos prismáticos de
pocos aumentos.
El límite entre la parte iluminada y la parte oscura de nuestro satélite se
llama terminador, y es precisamente allí donde hemos de mirar y sacar fotos. A
lo largo de estas líneas las sombras de los cráteres y colinas más pequeños se
alargan de forma desmesurada y el espectáculo es impresionante. El terminador
se desplaza noche tras noche y da la vuelta al disco en catorce noches.
Luna en cuarto creciente |
Cráter Tycho |
Cada noche de lunación ofrece un espectáculo distinto. Según nuestra experiencia, podemos decir que el interés de las observaciones aumentan de la tercera a la octava noche, y disminuye hasta la Luna llena, durante la cual sólo se ve un disco deslumbrante.
Con unos prismáticos, una máquina del tiempo tipo refractor de 6 cm o un reflector
newtoniano o catadióptrico de 10 cm de diámetro, se pueden distinguir marcas en
su superficie de al menos 10 km.
Valle Alpino y cráter Plató |
La sexta noche el Mar de la Serenidad se ve casi entero, con los circos
Eudoxus, Aristóteles , el monte Caucaso, más al norte y Posidonius, con
sus grietas interiores y sus 100 km de diámetro. Se distingue una estela blanca
que atraviesa el Mar de la Serenidad y los circos de Plinius, Menelaus y Manilius.
Igualmente vemos las famosas ranuras de Hyginus y Triesnecker. Plinio parece
vigilar el istmo que separa el Mar de la Serenidad y el de la Tranquilidad.
El acantilado Muro Recto (La Espada) |
La séptima noche es la del cuarto creciente. El terminador corta en dos la
Luna, atravesando el Mar de los Vapores por el centro y pasando cerca de
Ptolomaeus, Alphonsus y Arzachel, siendo Ptolomaeus el más grande, con 148 km
de diámetro. Al sur existe una línea de grandes formaciones: Walter, con 145
km, Regiomontanus y Purbach. Hacia abajo se ilumina Tycho.
La octava noche es tal vez la más espectacular. El terminador pasa por el
impresionante circo de Tycho, en el sur, y sobre la grandiosa cordillera de los
Apeninos, Valle Alpino y el sombrío Platón, llamado popularmente “el gran lago
negro”.
Ptolomaeus, Alphonsus y Arzachel |
Estas son las tres noches más hermosas, aunque no podemos descuidarnos de
ver los cráteres Theophilus,
Cirilus y Catharina, la quinta noche. La
novena noche el circo de Copérnico aparece en el terminador dominado por las
planicies circundantes desde sus 4000 mts de altitud. Su relativo aislamiento
le hace destacar. Hay que ver los tres cráteres que forman un triangulo: Archímedes,
Aristillus y Autolycus, así como el Muro Recto en el Mare Nubium, aunque no es
un muro ni es recto, sino una falla del terreno de 250 metros y 128 km de
longitud, es decir un perfecto precipicio. A partir de la décima noche la
observación resulta más cansada para la vista. ¡Hay demasiada luz!
Norte lunar. Arquímedes, mares Imbrium y Frigoris |
Cráter Arquímedes |
Provistos de un filtro lunar, la undécima noche podremos observar el disco resplandeciente de Kepler; la duodécima, el de Aristarchus, que resplandece como un faro y durante la Luna llena las estelas blancas que irradian de Tycho. Durante toda la fase de plenilunio, la iluminación plana hace desaparecer las sombras, y hasta las formaciones más evidentes, como Petavios o Theophilus, resultan difíciles de reconocer.
Localización del "Conejo de la Luna" y cráter Képler |
Desde la Luna llena hasta la siguiente Luna nueva se repiten las
observaciones anteriores con iluminación contraria, pero a horas cada vez más
avanzadas. La luna se “retrasa” 50 minutos cada día, y después del cuarto
menguante sólo se ve por la mañana.
Por cierto, en plena Luna llena es una buena actividad lúdica intentar
encontrar el “Conejo de la Luna”, es un buen “gancho” para las personas no
aficionadas a la astronomía.
Tot Astronomia
2 comentarios:
Amigo si te gusta la luna tal vez te guste esta informacion que oportunamente fui incluyendo en los foros de astronomia en los cuales estoy inscripto: Forma parte de una serie de fichas por dia de lo que es visible en la luna. Estan en mi blog Almadentro:
http://abilef.blogspot.com.ar/2013_05_01_archive.html
Un saludo desde Buenos Aires, Argentina
Gracias por la indicación Roberto. Un blog interesante el tuyo. Saludos desde Lleida/Cataluña/España. Tot.
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