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Dios es un invento del hombre, y como
todos los inventos humanos se parece a
él. |
Nos pasa a menudo, que después de una de nuestras
conferencias coloquio sobre ciencia
astronómica, alguien nos pregunte donde queda dios en todo aquel panorama que
presentamos.
Entre todos
los temas que la filosofía o la ciencia pueden tratar, el tema de la religión
es de los más polémicos.
Si nos
esforzamos podríamos dar razones en favor de la fe religiosa, pero no podemos,
precisamente porque se trata de fe y no de razones. La ciencia se apoya con las
evidencias, avances científicos y tecnológicos, y las religiones son un
conjunto de creencias apoyadas entre sí.
Pero si
dios es un paradigma abstracto correspondiente al medio físico, a las leyes de
la naturaleza, el dios de los filósofos, entonces no tenemos ningún problema
con este dios. Pero si se trata de un ser trascendente, creador del universo,
omnipresente, un sabelotodo, que te escucha cuando rezas y te castiga cuando
pecas, entonces tenemos un problema.
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Si las estrellas apareciesen una vez
cada 1000 años, ¡como las adorarían
los hombres! |
Nos gusta
la ciencia y para nosotros és una forma de pensar, también nos gusta el
pensamiento crítico y el método científico, y por tanto cuando miramos el
Universo, rebosante de estrellas, la mayoría de ellas con planetas, algunos de
éstos con las condiciones ideales para la vida, nuestra Vía Láctea de perfil,
las otras galaxias y los confines del Universo observable, sabemos cuál es
nuestro lugar en el Universo. Es entonces cuando nos damos cuenta que a pesar
de que la Biblia dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de dios, de hecho es al
revés: dios fue creado a imagen del hombre, específicamente hombres de
sociedades primitivas que se asustaban por los rayos, erupciones volcánicas,
terremotos, eclipses y cometas en el cielo.
Hoy las
creencias religiosas llevan miles de años de ventaja por lo que se han enquistado
en nuestra cultura, tradiciones e instituciones. Fue en la juventud en que la
humanidad estuvo hechizada con la idea religiosa, ya que aún no había llegado
la edad de la razón.
Cuando
miramos el Universo desde nuestro observatorio astronómico pensamos que si
aquel cielo nocturno estrellado que estamos viendo apareciera una vez cada mil
años, los humanos lo adorarían como un dios.
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La naturaleza visible que el hombre
masacra, es ese Dios invisible que
él venera. |
El Universo
que vemos y admiramos nos da constantemente pistas para entenderlo. Desde
Galileo no hemos parado de avanzar: los planetas eran discos de colores, que
tenían bandas y anillos, objetos astronómicos que emitían ondas de radio y que
permiten escuchar el cosmos con una antena, emisión de rayos X en determinados
astros, y hasta podemos medir las ondas gravitacionales de agujeros negros,
supernovas y otros choques y explosiones cataclísmicas, que podemos escuchar,
gracias a descubrimientos recientes.
Igualmente,
el bioquímico leridano Dr. Joan Oró era un defensor de que la vida en nuestro
planeta azul la llevaron los cometas. Llevaron el agua y el material orgánico,
por lo que se podían generar moléculas
bioquímicas fundamentales para la vida. Una vez asentada la vida, la evolución
darwiniana hizo el resto, hasta que hoy somos ya capaces de evolucionar mucho
más deprisa que la selección natural.
Puestos a pensar,
¿cómo es posible que un dios omnipotente, la sustancia común de todos los seres
y de todas las cosas permita la muerte de bebés y jóvenes, las cruzadas, la
guerra santa o yihad y el hambre en los países pobres?
Nosotros
somos de los que necesitamos desafiar permanentemente nuestro cerebro y
enfrentarnos al dogmatismo desde la heterodoxia. No nos gustan las respuestas hechas ni que nos vendan
verdades ni dogmas. Para nosotros es importante despertar el buscador interior
que todos tenemos en nuestro cerebro, a fin de buscar el camino, el proceso, y
por todo ello pensamos que dios solo existe en nuestro cerebro.
Los niños y
niñas son adoctrinados por las creencias religiosas cuando todavía no tienen
capacidad de razonar. Si los pequeños no fueran dogmatizados en el ámbito familiar
y social, podrían de adultos, leer la Biblia, el Corán, el Talmut u otros
libros sagrados, y tal vez les gustara alguno de ellos.
En nuestro
caso, nuestros padres nos educaron con la fe católica, éramos unos niños que
practicaban los actos que la iglesia realizaba. Fuimos monaguillos e incluso el
cura del pueblo (nosotros somos de pueblo) nos tenía tal confianza, que algunas
veces, nos hacía pasar el rosario a las pocas mujeres que venían por la tarde,
mientras él realizaba otras gestiones pastorales.
Ya de mayores,
empezamos a dudar y a cuestionarnos la fe, siendo muy honestos con nosotros mismos. Tuvimos miedo, tanto metafísico como
psicológico. Miedo, porque la fe nos
consolaba y sin ella quizás nos sentiríamos desamparados y solos. En nuestro entorno les preocupaba
nuestra alma, y no querían que termináramos en el infierno.
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Pero
nosotros somos ingenieros, y por tanto, hasta llegar a serlo hemos pasado muchos años de estudio, experiencias,
formación y mucho trabajo, en cambio, para conseguir una vida eterna,
únicamente tenemos que apostar como si estuviéramos en un casino. No creemos
que ningún dios valore mucho más la fe hipócrita y egoísta de alguien que
quiere cubrirse las espaldas, que al que realiza un cuestionamiento honesto y
sincero. No podemos creer, que a un dios omnipotente infinito le pueda importar
los halagos y la adulación de un ser microscópico de un pequeño, insignificante
y remoto planeta que orbita una estrella pequeña y ordinaria en uno de los
brazos más exteriores de nuestra galaxia.
Para
explicar de dónde venimos, dónde estamos, donde iremos y como debemos vivir en
el planeta y entre las personas, no nos hace falta ningún dios. Por lo tanto, somos
una especie de "Sinedios" (sin necesidad de dios), y no porque hayamos
probado la inexistencia de dios, sino porque todo este esquema religioso atenta
contra nuestra integridad, nuestra libertad y nuestra dignidad como seres morales
y autónomos. Las religiones piden convertirnos en esclavos, que no pensemos, y
eso ...... lo rechazamos con toda nuestra conciencia intelectual.
De seguir a
alguien, posiblemente seguiríamos al filósofo clásico ateniense Sócrates, que
ya en el período 479-399 (antes de Cristo) decía: "Soy un ignorante, solo
tengo preguntas", predicaba que todo el mundo hiciera uso de la razón y
animaba a la gente a que lo cuestionara todo. No está mal, ¿verdad?
Tot Astronomia